El temible hombre del teatro - Parte I



















"Ven aquí", dijo el temible hombre del teatro.
No, no quiero. No voy a seguir tus juegos.

Érase una vez una cabaña desecha, construída entre los verdes bosques de la playa del mal. Aquella cabaña tenía vestigios de tristeza. Lloraba las penas de quiénes vivieron infelicidades allí. Contaba historias de despojo y crueldad, sin dejar rastros de la escena infernal.

Aquí, allá, la frase final. La llama que empezó a quemar. Qué quemo? La cabaña, claro.
Quién vivía en ella? El temible hombre del teatro. Aquel individuo, el gestor de la infidelidad hacia el bien. El amante del mal. El pecador carnal.

"Vengo a arrancar tu carne, vengo a destrozar tus ojos".
Aléjate de mi, hombre perverso.

En aquella cabaña permanecía olvidada una enorme cadena de oro sujeta a la pared. A modo de cuadro, adornaba aquel tétrico lugar. Contrastaban la triste realidad de una casa abandonada, con la lujuria brillante de la cadena adornante.

El hombre se fugó de la cabaña cuando fue descubierto. A dónde fue? Al teatro. Allí comenzo con su plan. Qué plan? Su plan...

Vista nublada que no deja ver el intenso rojo que brota de la herida mortal.
"Jah jah jah", la risa que anuncia el acto final.
El acto final... Se acerca... El acto final.

Verdugo Inocencia
El padre vientre, padre sombra,
se derrumba sobre mil cuerpos noche,
derramandósele sus manos araña,
sin quererlo,
entre senos de vírgenes prostituídas,
cuyas fauces,
a punto de ser corrompidas,
florecen con inocencia de ninfa
cerrándose así el secreto,
el tesoro pubis,
rojo silencio, pacto sellado,
suicidio tiempo.

Las inocentes solo pueden reír.
Dios se alimenta de
de lo que ellas no se ve.
De niño soñé la bomba atómica.
Nada que ver con vampiros;
a su lado fantasmas y brujas
serán siempre entrañables ficciones,
coloridos cuentos de antes del amanecer.
De niño soñé, alta torre de fuego,
horizonte empapado en sangre,
miles de muertos idénticos
intentando gritar antes del amanecer
miles de muertos
idénticos
miles.

De niño grité:
testimonio congelado entre llamas implacables
surgidas de la vocación del hombre. Grité.
(El grito sofocado de tantos y tantos)
Pero el hombre es sólo una sombra cuando busca
el niño tan sólo una entraña, el niño…
Yo prefería mirar los documentales,
aquellas imágenes imparciales sobre la muerte
para así creerme hombre, pero el hombre…
El hombre es sólo una sombra cuando busca
en sí mismo la lejana bondad del niño.





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